Existen mi querida amiga diferencias notables entre Miranda
y Miranda. No me refiero a lo obvio a que los problemas desaparecerán
mágicamente al poner la última caja de tu mudanza en el maletero.
Me refiero a la óptica que tendrá el nuevo Miranda en
relación a Miranda que dejas. Sólo tengo imágenes autoconstruidas, sin asidero
real, tal vez contadas por ti en un momento de reposo. Tal vez por esta
sobredimensionada empatía hacia ti que me hace ver cuadros sepias en movimiento,
bajo fondo oscuro.
Veo una entrada en tu anterior Miranda seguida por el miedo
y la incertidumbre con pinceladas de pesimismo. Veo un pasado que se resistía a
abandonarte con espacios vacíos llenos tan solo por la angustia y la
desesperanza. Veo un espacio al cual con sacrificio le pintaste las paredes
blancas como aurora de un amanecer que cada vez se hacía más medianía. Trazos
de desesperanza que se adherían a tus paredes y a tu piel.
En tu nuevo Miranda veo vacíos tan solo temporales,
esperando a ser cubiertos sin prisa. A sabiendas que es tan solo cuestión de
tiempo pero no de ganas. Consciente que la luz ya entra por la ventana y
mientras haya luz habrán imágenes. Siento contigo una brisa fresca que presagia
cosas buenas.
Puedo ver igualmente una columna de delgado humo que parte
desde el suelo, con personas a su lado como en un ritual de prosperidad. Personas
que en silencio se comunican a partir de sus miradas y disfrutan un espacio
pleno de prosperidad.
Personas que ven espacios vacíos en la realidad pero llenos
de objetos con significado, cosas con amor. Aquel rincón que aún no conozco
pero imagino lleno de libros y los únicos objetos gratificantes que vienen de
tu pasado. El pasado que vale la pena rescatar. Aquella cocina que aún no se
construye pero ya espera arropar en su regazo una cafetera para rendir homenaje
a sus invitados.
Veo un espacio de salud que olvida las dolencias pasadas, un
nuevo Miranda
Cesar
Yacsirk
23 de
octubre 2013
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