Una mañana que
podría ser descrita por literatura de poca profundidad como clandestina, tenue
y de poco volumen, gritaba esa mañana con su incandescencia que todo estaba
claro, bello y hasta luminoso.
El camino
no ofrecía resistencia, ningún obstáculo se observaba en la vía. Nada que
detuviera la velocidad del ímpetu. Nada que indicara la marcha en reversa.
La mirada a
través del ojo de la puerta y su apertura lenta, escondía una sonrisa tímida
pero decidida.
Cuentos
iban y venían. El chequeo obligatorio del estado de nuestros seres queridos y
conocidos, la última del noticiero de la mañana y un sinfín de temas de poco
interés, acompañaban las notas dulce- amargas de un café recien elaborado.